“El espacio interior ha nacido; el edificio no es más un bloque de material de construcción a tratar artificialmente desde afuera. El ambiente interior, el espacio en el cual se vive, es el hecho fundamental del edificio.” Frank Lloyd Wright.


En su planteamiento teórico Frank Lloyd Wright establece “la destrucción del bloque”, en el cual el espacio interior se concibe como un espacio libre, donde ya no habían muros en sí sino elementos determinantes y características que delimitaban los espacios. Para diferenciar una zona de la otra, recurre a divisiones de material ligero o a techos de altura diferentes, los cerramientos sólidos son innecesarios. Con todo ello, estableció la diferencia entre "espacios definidos" y "espacios cerrados". Wright, a partir del centro, articula los espacios hacia el exterior, con limites ciegos, regulando escalonadamente las privacidades, el clima, y con limites transparentes y espacios de transición, gradúa la relación con la luz y la integración con el paisaje.


Los muros exteriores se convirtieron en elementos sin función portante que Wright denominó “mamparas”, ya fueran opacos: de cemento, mampostería o madera, ya sean transparentes: con ventanas o puertas de cristal. De esta manera el espacio interior adquirió una nueva libertad, y al mismo tiempo una relación más intima con el paisaje natural exterior, cumpliendo así con el objetivo de la arquitectura orgánica: armonizar con el presente, el entorno y con el hombre.


Este principio rechaza el criterio existente hasta entonces de los espacios interiores como estancias cerradas y aisladas de las demás. Wright propone espacios en los que cada habitación o sala se abre a las demás, de esta manera consigue transparencia visual, una profusión de luz, una sensación de amplitud y apertura, y continuidad espacial.


Esta liberación del interior en relación con el exterior da sentido a la frase “el espacio interior se convirtió en la realidad del edificio”, y no en los muros ni en los tejados. El espacio en sí era la esencia del proyecto.


Mediante el uso del espacio obtiene continuidad e integridad y desarrolla una estética de diálogo y contrastes con el paisaje, donde los áreas se articulan con gran armonía sin caer en el facilismo de la mimetización.






“Un edificio no consiste en las cuatro paredes y el techo, sino en el espacio generador, en el espacio en el cual se vive.”